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Los riesgos de informarle al mundo sobre la posibilidad de un apocalipsis

Hasta ahora, uno de los deberes teóricos del astrónomo es informarle al público que algo muy grande y horrible está a punto de suceder: pronto el sol explotará, un agujero negro acaba de interponerse en el camino de la Tierra, alienígenas hostiles reunieron una armada detrás de la luna.

En No miren arriba, la nueva película de Netflix, un par de astrónomos, interpretados por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, asumen esta responsabilidad cuando descubren que un cometa “destructor de planetas” se dirige directamente hacia la Tierra y deben difundir la noticia.

Y eso no sale bien. La presidenta de Estados Unidos, interpretada por Meryl Streep, está más preocupada por los números de las encuestas. Los presentadores de programas de televisión ridiculizan a los científicos. Los oligarcas quieren explotar los minerales del cometa. Es posible que No miren arriba sea la obra cinematográfica relacionada con el fin del mundo más divertida que hayamos visto desde Dr. Insólito o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba, la comedia negra clásica de Stanley Kubrick en 1964.

Verla me recordó mis propias experiencias cuando me ha tocado transmitir noticias muy malas. En marzo de 1998, yo era el nuevo editor adjunto de ciencia de The New York Times, y mi audiencia apocalíptica era pequeña pero de élite: los mejores editores del Times. Llevaba en el trabajo solo un mes. Nadie me conocía bien. Mi jefe directo, el editor científico, se había tomado la semana libre y me había dejado encargado.

Y así, a última hora de la tarde del 11 de marzo, entré en la reunión de noticias de las 4:30 p. m., donde los editores presentan las noticias que van para la portada del día siguiente y anunciamos que teníamos una noticia de última hora del distinguido reportero Malcolm Browne. “Es una historia bastante buena”, dije. “Se trata del fin del mundo”.

Brian Marsden, el astrónomo que calculó que en 2028 el asteroide 1997 XF11 pasaría a unos 48.000 kilómetros de la Tierra.Credit…Evan Richman

La fuente era Brian Marsden, director de la Oficina Central de Telegramas Astronómicos, que es la instancia de la Unión Astronómica Internacional para los descubrimientos cósmicos, y también es su Centro de Planetas Menores, que es responsable de realizar un seguimiento de los cometas y asteroides. Marsden acababa de calcular que un asteroide descubierto recientemente, una roca de 1,6 kilómetros de ancho llamada 1997 XF11 (ahora es el asteroide 35396), pasaría a unos 48.000 kilómetros de la Tierra el 26 de octubre de 2028, y tenía una pequeña pero real posibilidad de impactar nuestro planeta.

“En más de 40 años de órbitas informáticas, nunca había visto algo así”, dijo Marsden más tarde. Sintió que tenía el deber de compartir eso con el mundo en una circular de la Unión Astronómica Internacional.

La reunión se disolvió en un pandemonio deliberado. Pasé el resto de la noche respondiendo preguntas de compañeros de redacción que querían saber si debían seguir pagando sus hipotecas y respondiendo a las consultas y sugerencias de los editores. Los astrónomos enviaron imágenes del asteroide, un punto borroso en la oscuridad. Estaba teniendo un curso intensivo, cargado de adrenalina, sobre el escrutinio que recibe una historia de primera plana antes de que pueda ser publicada.

Esa noche no quería irme a casa, pero finalmente lo hice, en un nervioso frenesí. A la mañana siguiente todo había terminado. De la noche a la mañana aparecieron imágenes del asteroide captadas varios años antes, por lo que Marsden decidió recalcular la órbita y descubrió que el 1997 XF11 no impactaría a la Tierra por unos 965.600 kilómetros. Eso todavía es una distancia cercana para los estándares cósmicos, pero es seguro para la civilización.

Una imagen del asteroide 1997 XF11, ahora conocido como el planeta menor 35396, tomada el 11 de marzo de 1998, en un intervalo de 30 minutos por la astrónoma Bernadette Rodgers de la Universidad de Washington.Credit…Bernadette Rodgers/University of Washington/Astrophysical Research Consortium

En los días siguientes, Marsden fue reprendido públicamente por sus colegas y los medios de comunicación como una suerte de Pedro y el lobo por haber hecho “cálculos disparatados” sin consultar a otros astrónomos que ya sabían que el asteroide no representaba ningún riesgo. La NASA les recomendó a los astrónomos que actuaran juntos antes de alarmar a la agencia, y al público, con la noticia de un apocalipsis.

Marsden se disculpó por generar tal susto, pero señaló que había ayudado a crear conciencia sobre el peligro de los impactos de asteroides y la extinción.

“Por mucho que ese incidente haya sido malo para mi reputación, necesitábamos un susto como ese para llamar la atención sobre este problema”, escribió más tarde en The Boston Globe. “También creo que no hacer ese anuncio habría despojado a la ciencia de su transparencia esencial”, dijo.

Me sentí mal por Marsden, cuya personalidad irónica y simpática llegué a conocer bien durante las dos décadas que llevo escribiendo sobre astronomía. (Murió en 2010). Y me sentí mal por mí mismo. ¿Con qué frecuencia puedes cubrir el posible fin del mundo después de solo un mes de trabajo? Al día siguiente, cuando The New York Post publicó el titular “¡Despídete de tu asteroide con un beso!”, me lo tomé como algo personal.

Artículo de The New York Times del 12 de marzo de 1998, y la portada de The New York Post del 13 de marzo de 1998.

Pero el incidente fue una especie de punto de inflexión, según Amy Mainzer, experta en asteroides de la Universidad de Arizona que fue la consultora científica en No miren arriba.

En 2005, el Congreso le ordenó a la NASA que encontrara y rastreara al 90 por ciento de todos los asteroides de más de 150 metros de ancho que se acerquen a la Tierra. (Sin embargo, pasaron años antes de que proporcionaran las sumas necesarias para financiar la búsqueda). Se corrió la voz de que vivimos en una galería de tiro cósmica.

Ahora la NASA gasta unos 150 millones de dólares al año en este esfuerzo. “Hemos recorrido un largo camino desde 1997 XF11”, dijo Donald Yeomans, un experto en cometas del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena, quien criticó a Marsden en 1998.

En la actualidad, las computadoras hacen el trabajo de clasificar asteroides y cometas. Además, calculan automáticamente las órbitas a partir de nuevas observaciones, las comparan con objetos conocidos, calificándolos por lo peligrosos que son y envian los resultados a los astrónomos. Todo lo que se encuentre a menos de ocho millones de kilómetros de la Tierra se considera como un Objeto Potencialmente Peligroso, o PHO por su sigla en inglés.

“En ese entonces, no teníamos todo eso”, dijo Mainzer. “Hemos aprendido mucho como comunidad”.

No miren arriba, dirigida y coescrita por Adam McKay, se estrena el viernes, pocas semanas después del lanzamiento de una misión de la NASA que busca determinar si los asteroides pueden desviarse de sus trayectorias. Pero la película no se enfoca mucho en los asteroides, sino en la tendencia de los seres humanos para descartar las malas noticias científicas y creer en la información errónea. Fue concebida como una alegoría sobre la falta de actuación ante el cambio climático. “Mucha gente no quiere escuchar sobre eso”, dijo Mainzer. “Como científico, esto es aterrador”.

Sin embargo, la película se filmó con mucho cuidado durante la pandemia, y es difícil pasar por alto los paralelismos con la actual crisis de salud.

“Los científicos no tienen el poder para implementar cambios”, , dijo Mainzer, “¿cómo logramos que la gente actúe sobre la base de la información científica?”. ¿Deberían “trabajar dentro del sistema”, aunque eso signifique que tienen que lidiar con quienes transmiten información errónea?, preguntó.

El humor ayuda, dijo Mainzer. Y agregó: “Estamos diciendo que no tiene por qué ser así. No tenemos que seguir por ese camino”.

Dennis Overbye se incorporó al Times en 1998 y ha sido reportero desde 2001. Ha escrito dos libros: Lonely Hearts of the Cosmos: The Story of the Scientific Search for the Secret of the Universe y Einstein in Love: A Scientific Romance. @overbye


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