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Los aliados de EE. UU. impulsan el declive de la democracia en el mundo, afirma un nuevo estudio

Según un nuevo análisis, Estados Unidos y sus aliados representaron una parte considerablemente grande del retroceso democrático global experimentado en la última década.

Los aliados de Estados Unidos siguen siendo, en promedio, más democráticos que el resto del mundo. Pero casi todos han sufrido algún grado de erosión democrática desde 2010, lo que significa que elementos centrales como elecciones justas o independencia judicial se han debilitado, y a un ritmo que supera con creces los declives promedio entre otros países.

Con pocas excepciones, los países alineados con Estados Unidos no experimentaron casi ningún crecimiento democrático en ese periodo, aunque muchos de los que están lejos de la órbita de Washington sí lo hicieron.

Los hallazgos son extraídos de los datos registrados por V-Dem, una organización sin fines de lucro con sede en Suecia que rastrea el nivel de democracia de los países a través de una serie de indicadores, y fueron analizados por The New York Times.

Las revelaciones dejan en claro las penurias de la democracia, una tendencia característica de la era actual. Sugieren que gran parte del retroceso del mundo no es impuesto a las democracias por potencias extranjeras, sino que es una podredumbre que está creciendo dentro de la red más poderosa de alianzas mayoritariamente democráticas del mundo.

En muchos casos, las democracias como Francia o Eslovenia vieron cómo se degradaron sus instituciones, aunque solo ligeramente, en medio de políticas de desconfianza y críticas adversas. En otros, dictaduras como la de Baréin restringieron libertades que de por sí no eran plenas. Pero con frecuencia, la tendencia fue impulsada por un giro hacia la democracia no liberal.

En esa forma de gobierno, los líderes elegidos se comportan como caudillos y las instituciones políticas son más débiles, pero los derechos personales permanecen en su mayoría (excepto, casi siempre, para las minorías).

De manera frecuente, los aliados de Estados Unidos lideraron esta tendencia. Turquía, Hungría, Israel y Filipinas son ejemplos de eso. Varias democracias más establecidas también han dado pasos pequeños en esa dirección, incluido Estados Unidos, donde los derechos electorales, la politización de los tribunales y otros factores son motivo de preocupación para muchos estudiosos de la democracia.

Los hallazgos también socavaron las suposiciones estadounidenses, ampliamente compartidas por ambos partidos, de que Estados Unidos es, por naturaleza, una fuerza democratizadora en el mundo.

Desde hace mucho tiempo, Washington se ha vendido como un defensor mundial de la democracia. La realidad siempre ha sido más complicada. Sin embargo, a través de los años, una cantidad suficiente de sus aliados se ha movido hacia ese sistema como para crear la impresión de que la influencia del país genera libertades al estilo estadounidense. Estas tendencias actuales sugieren que eso quizás ya no es cierto, si es que alguna vez lo fue.

“Sería demasiado fácil afirmar que todo esto puede ser explicado por la existencia de Trump”, advirtió Seva Gunitsky, politólogo de la Universidad de Toronto que estudia cómo las grandes potencias influyen en las democracias. Los datos indican que la tendencia se aceleró durante la presidencia de Donald Trump, pero es anterior a ella.

En cambio, los académicos afirman que lo más probable es que este cambio esté impulsado por fuerzas a más largo plazo. Por ejemplo, la disminución de la creencia en Estados Unidos como un modelo al cual aspirar; la disminución de la creencia en la propia democracia, cuya imagen se ha visto empañada por una serie de conmociones del siglo XXI; décadas de política estadounidense en la que solo se les dio prioridad a temas a corto plazo como el antiterrorismo; y un creciente entusiasmo por la política no liberal.

Debido a que el mundo alineado con Estados Unidos lidera en la actualidad el declive de un sistema que alguna vez se comprometió a promover, “el consenso internacional sobre la democratización ha cambiado”, dijo Gunitsky.

Reclusos en una cárcel superpoblada en 2016 en Ciudad Quezón, en Filipinas. El presidente Rodrigo Duterte supervisó una brutal represión contra los consumidores de drogas.Credit…Daniel Berehulak para The New York Times

Una crisis global

Desde el final de la Guerra Fría, los países alineados con Estados Unidos se habían movido muy lentamente hacia la democracia pero, hasta la década de 2010, la mayoría había evitado tener retrocesos.

En la década de 1990, por ejemplo, 19 aliados se volvieron más democráticos, incluidos Turquía y Corea del Sur. Solo seis, como el caso de Jordania, se volvieron más autocráticos, pero todos por márgenes muy pequeños.

Eso es lo que indica el índice de democracia liberal de V-Dem, que considera decenas de métricas en una puntuación de 0 a 1. Su metodología es transparente y se considera muy rigurosa. El índice de Corea del Sur, por ejemplo, aumentó de 0,517 a 0,768 en esa década, gracias a una transición a un gobierno civil pleno. La mayoría de los cambios son más pequeños y reflejan, por ejemplo, un avance gradual en la libertad de prensa o un ligero retroceso en la independencia judicial.

Durante la década de 1990, Estados Unidos y sus aliados representaron el nueve por ciento de los incrementos generales en los puntajes de democracia en todo el mundo, según las cifras del índice. En otras palabras, fueron responsables del nueve por ciento del crecimiento democrático global. Esto es mejor de lo que suena: muchos ya eran altamente democráticos.

También durante esa década, los países aliados solo representaron el cinco por ciento de las reducciones globales, es decir, retrocedieron muy poco.

Esas cifras empeoraron un poco en la década de 2000. Luego, en la década de 2010, cayeron a niveles desastrosos. Estados Unidos y sus aliados representaron solo el cinco por ciento de los aumentos mundiales de la democracia. Pero un impactante 36 por ciento de los retrocesos ocurrieron en países alineados con Estados Unidos.

En promedio, los países aliados vieron disminuir la calidad de sus democracias casi el doble que los no aliados, según las cifras de V-Dem.

El análisis define “aliado” como un país con el que Estados Unidos tiene un compromiso formal o implícito de defensa mutua, de los cuales hay 41. Aunque el término “aliado” podría definirse de varias maneras, todas ellas arrojan resultados muy similares.

Este cambio se produce en medio de un periodo de agitación para la democracia, que se está reduciendo en todo el mundo.

Los datos contradicen las suposiciones de Washington de que esta tendencia está impulsada por Rusia y China, cuyos vecinos y socios han visto cambiar muy poco sus puntuaciones, o por Trump, que asumió el cargo cuando el cambio estaba muy avanzado.

Más bien, el retroceso es endémico en las democracias emergentes e incluso en las establecidas, dijo Staffan I. Lindberg, un politólogo de la Universidad de Gotemburgo que ayuda a supervisar el índice V-Dem. Y estos países suelen estar alineados con Estados Unidos.

Esto no significa que Washington sea exactamente la causa de su retracción, subrayó Lindberg. Pero tampoco es irrelevante.

Una bandera estadounidense usada para una fotografía de los presidentes Joe Biden y Recep Tayyip Erdogan en la cumbre del Grupo de los 20 celebrada en Roma el mes pasado.Credit…Erin Schaff/The New York Times

La influencia estadounidense, para bien o para mal

A pesar de décadas de narrativa de la Guerra Fría en la que se consideraba a las alianzas estadounidenses como una fuerza para la democratización, esto nunca ha sido realmente cierto, afirmó Thomas Carothers, quien estudia la promoción de la democracia en el Fondo Carnegie para la Paz Internacional.

Si bien Washington alentó la democracia en Europa occidental como contrapeso ideológico de la Unión Soviética, suprimió su propagación en gran parte del resto del mundo.

Estados Unidos apoyó o instaló dictadores, alentó la represión violenta de elementos de izquierda, y patrocinó grupos armados antidemocráticos. A menudo, esto se realizó en países aliados, con cooperación del gobierno local. Los soviéticos hicieron lo mismo.

Como resultado, cuando terminó la Guerra Fría en 1989 y disminuyó la intromisión de las grandes potencias, las sociedades tuvieron más libertad para democratizarse, y así lo hicieron, en grandes cantidades.

“Muchas personas alcanzaron la mayoría de edad en esos años y pensaron que eso era lo normal”, ya que confundieron la oleada de los años noventa como el estado natural de las cosas y como algo que había logrado Estados Unidos (debido a su hegemonía mundial), dijo Carothers.

“Pero entonces llegó la guerra contra el terrorismo en 2001”, explicó, y Washington nuevamente presionó para establecer autócratas dóciles y frenos a la democratización, esta vez en sociedades donde el islam es predominante.

El resultado han sido décadas de debilitamiento de los cimientos de la democracia en los países aliados. Al mismo tiempo, las presiones lideradas por Estados Unidos en favor de la democracia han comenzado a desvanecerse.

“La hegemonía democrática es buena para la democratización, pero no a través de los mecanismos en los que la gente suele pensar, como la promoción de la democracia”, dijo Gunitsky, estudioso de la política de las grandes potencias.

En vez de alianzas o presidentes que exijan a los dictadores que se liberalicen, ninguno de los cuales tiene un gran historial, dijo, “la influencia de Estados Unidos, donde es más fuerte, es una influencia indirecta, como un ejemplo a emular”.

Su investigación ha descubierto que Estados Unidos estimula la democratización cuando los líderes de otros países, los ciudadanos o ambos ven que el gobierno de estilo estadounidense promete beneficios como la prosperidad o la libertad. Algunos pueden considerar que adoptarlo, aunque sea superficialmente, es una forma de ganarse el apoyo estadounidense.

Sin embargo, las impresiones de la democracia estadounidense, que solían ser positivas, se han ido deteriorando rápidamente.

“Muy pocos de los encuestados piensan que la democracia estadounidense es un buen ejemplo a seguir para otros países”, reveló un estudio reciente del Centro de Investigaciones Pew. En promedio, solo el 17 por ciento de las personas en los países encuestados dijo que la democracia en Estados Unidos era digna de ser emulada, mientras que el 23 por ciento afirmó que nunca había sido un buen ejemplo.

Es posible que la prosperidad estadounidense ya no parezca tan atractiva, debido a problemas cada vez mayores como la desigualdad, así como el surgimiento de China como modelo económico alternativo.

Además, el conocimiento de los problemas internos de Estados Unidos —tiroteos masivos, polarización, injusticia racial— ha afectado enormemente las percepciones.

Podría ser más acertado pensar que la situación actual se debe más al surgimiento de la democracia no liberal como modelo alternativo. Ese sistema parece ser cada vez más popular, mientras que ya no lo es tanto la democracia más plena, con sus protecciones para las minorías y su dependencia de las instituciones establecidas.

Pero incluso las personas que quieren una democracia no liberal para su país tienden a considerarla poco atractiva en otros, gracias a sus tendencias nacionalistas. A medida que se degradan las opiniones sobre la democracia estadounidense como modelo global, también lo hace la propia democracia.

“Gran parte del atractivo de la democracia en todo el mundo está vinculado al atractivo de Estados Unidos como modelo de régimen”, dijo Gunitsky. “Cuando una de esas cosas decae, hará decaer la otra”.

Max Fisher es reportero y columnista de temas internacionales con sede en Nueva York. Ha reportado sobre conflictos, diplomacia y cambio social desde cinco continentes. Es autor de The Interpreter, una columna que explora las ideas y el contexto detrás de los principales eventos mundiales de actualidad. @Max_Fisher — Facebook


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